Una pelvis de una hembra de Homo erectus encontrada en Etiopía sugiere que los bebés humanos ya eran cabezones hace 1.2 millones de años. Esto sugiere que los bebés nacían mucho más maduros de lo que se pensaba. Es probable incluso que fueran menos indefensos de lo que son los bebes humanos modernos.
El hallazgo ha sido presentado en Science, y la National Geographic ha publicado la noticia.
El sistema social en mamíferos viene en parte determinado por la relación entre la cría y la madre. En general, los padres mamíferos tienen poco o ningún cuidado parental, a diferencia de lo que suele ocurrir en aves. Al ser los procesos de fertilización y gestación procesos internos, las hembras son las que acarrean la mayor parte del coste de producción de nuevas crías. Los machos, en cambio, invierten muy poco en la reproducción (sólo unas pocas cantidades de esperma), y por tanto tienden a invertir sus esfuerzos en tratar de reproducirse con múltiples parejas (por supuesto, la realidad es más compleja de lo que parece: para un cuadro más completo, sugiero El Mito de la Monogamia, La Evolución del Deseo, o como textos más técnicos, Primate Sexuality o Animal Behavior).
Lo curioso del asunto es que los humanos, en sus sistemas de emparejamiento, se parecen más a las aves que a verdaderos primates como un servidor: sistemas de emparejamiento (pseudo) monógamos, en el que el cuidado parental a menudo es cosa de ambos progenitores. Una de las razones que se dan para este fenómeno es que las crías humanas son particularmente débiles en los primeros años de vida. Un joven chimpancé de dos años corretea que da gusto, mientras que un humano es apenas capaz de andar (y que sea capaz de dar cuatro pasos no cuenta, que se lo digan a las madres que van con esos carricoches). Eso supone que para las hembras humanas cuidar de una cría es una asunto metabólicamente costoso (o lo era hasta que los humanos conquistaron el planeta), por lo que requieren ayuda, especialmente si no tienen un solo bebé chillón sino dos o tres de distintas edades. Y la forma más directa de conseguir ayuda es lo que han hecho muchas otras especies antes que ellas: conseguir que el macho que las fecunda se implique un poco más en la crianza de los retoños, aportando recursos para que la hembra y las crías salgan adelante.
Los resultados presentados en este artículo sugieren que tal desarrollo ha sido mucho más reciente de lo que se esperaba, lo cual puede implicar que la evolución del actual sistema social humano puede ser más reciente de lo que se pensaba.
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