20 septiembre 2011

Los coletazos de las JMJ

Aún siguen los coletazos de las Jornadas Mundiales de la Juventud celebradas en Madrid en este pasado mes de agosto. A pesar de que ya no se habla apenas del asunto en los principales medios de comunicación, la batalla por la guerra de cifras y por determinar quién ha pagado las dichosas jornadas sigue en diversos medios y foros de internet.

Yo ya expresé mi opinión respecto a la visita del Papa, pero quiero resaltar aquí que el argumento económico en contra de dicha visita (y de las JMJ) me paree algo secundario. Por secundario no quiero decir que no sea importante. Por secundario lo que quiero decir es que el motivo por el que me parezca mal una (eventual) financiación con fondos públicos a la Iglesia Católica no es la financiación en sí, es a quién se está financiando. Y es ése el quid de la cuestión. Temo que el debate sobre las JMJ con los defensores de las mismas acabe en una simple guerra de contabilidad, olvidando las razones primarias que nos llevan a oponernos a la visita del Papa independientemente del asunto del dinero.

Y razones para oponerse a la Iglesia Católica actual y a este Papa en particular no faltan. Ésta es la Iglesia que se opone sistemáticamente al matrimonio homosexual, un matrimonio civil que en cualquier caso tampoco reconocería pero con el que tampoco se rasgan las vestiduras; ésta es la Iglesia que hace campaña contra el uso del preservativo en el África asolada por el SIDA, con el argumento de que su uso es inmoral y que encima es inefectivo para prevenir la enfermedad; ésta es la Iglesia que clama contra el relativismo moral y contra el laicismo y contra la pérdida de valores, que defiende que sin ella "la humanidad está perdida" y sin embargo protege a sacerdotes pederastas en todo el mundo con el argumento de que son "sólo" unas pocas ovejas descarriadas; ésta es en fin la Iglesia que se erige en un pedestal de inmundicia desde el que se atreve a darnos lecciones de ética y moralidad a los demás.

Ésta y no otra es la razón que debe llevarnos a protestar contra la visita del Papa; el que encima se haya financiado (si es que así ha sido) con dinero público sólo añade un poco más de desvergüenza a lo que ya es una ignominia. 

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